viernes, 24 de abril de 2009

Cómo Lázaro de Tormes hecho atún salió de la cueva




El capitán general era un atún aventajado de los otros en cuerpo y grandeza, el cual me preguntó quién era y cómo me llamaban, y en qué capitanía estaba y qué era lo que pedía, pues pedí ser ante él traído. A esta sazón yo me hallaba confuso y ni sabía decir mi nombre, aunque había sido bien baptizado, excepto si dixera ser Lázaro de Tormes. Pues decir de dónde ni de qué capitanía, tampoco lo sabía, por ser tan nuevamente transformado y no tener noticia de las mares ni conocimiento de aquellas grandes compañas ni de sus particulares nombres, por manera que, dissimulando algunas de las preguntas que el general me hizo, respondí yo y dixe: «Señor, siendo tu grandeza tan valerosa, como por todo el mar se sabe, gran poquedad me parece que un miserable hombre se defienda de tan gran valer y poderoso exército, y sería menoscabar mucho su estado y el gran poder de los atunes». Y digo: «Pues yo soy tu súbdito y estoy a tu mandado y de tu bandera, profiero a ponerte en poder de sus armas y despojo, y si no lo hiciere, que mandes hacer justicia cruel de mí».

Aunque por sí o por no, no me ofrecí a darle a Lázaro por no ser tomado en mal latín. Y este punto no fue de latín, sino de letrado moço de ciego. Hubo desto el general gran placer por ofrecerme a lo que me ofrecí, y no quiso saber de mí más particularidades; mas luego respondió y dixo: «Verdad es que por escusar muertes de los míos, está determinado tener cercado aquel traidor y tomalle por hombre; mas si tú te atreves a entralle como dices, serte ha muy bien pagado, aunque me pesaría si, por hacer tú por nuestro señor el rey y mí, tomasses muerte en la entrada como otros han hecho; porque yo precio mucho a los mis esforçados atunes, y a los que con mayor ánimo veo querría guardar más, como buen capitán debe hacer».

«Señor -respondí yo-, no tema tu ilustríssima excelencia mi peligro, que yo piénsolo efectuar sin perder gota de sangre».

«Pues si assí es, el servicio es grande, y te lo pienso bien gratificar. Y pues el día se viene, yo quiero ver cómo cumples lo que has prometido».

Mandó luego a los que tenían cargos que moviessen contra el lugar donde el enemigo estaba; y esto fue admirable cosa de ver mover un campo pujante y caudaloso, que cierto nadie lo viera a quien no pusiesse espanto. El capitán me puso a su lado, preguntándome la manera que pensaba tener para entralle. Yo se la decía fingiendo grandes maneras y ardides, y hablando llegamos a las centinelas que algo cerca de la cueva o roca estaban.

Y Licio, el capitán el cual me había enviado al general, estaba con toda su compañía bien a punto, teniendo de todas partes cercada la cueva; mas no por esso que ninguno se osasse llegar a la boca della, porque el general lo había enviado a mandar por evitar el daño que Lázaro hacía, y porque al tiempo que yo fui convertido en atún, quedóse la espada puesta a la puerta de la cueva de aquella manera que la tenía cuando era hombre, la cual los atunes veían, temiendo que el rebelado la tenía y estaba tras la puerta. Y como llegamos, yo dixe al general mandasse retraer los que el sitio tenían, y que assí él como todos se apartassen de la cueva, lo cual fue hecho luego. Y esto hice yo porque no viessen lo poco que había que hacer en la entrada. Yo me fui solo, y dando muy grandes y prestas vueltas en el agua, y lançando por la boca grandes espadañadas della.

En tanto que yo esto hacía, andaba entre ellos, de hocico en hocico, la nueva cómo yo me había ofrecido de entrar al negocio, y oía decir: «Él morirá como otros tan buenos y osados han hecho». «Dexadle, que presto veremos su argullo perdido».

Yo fingía que dentro había defensa y me echaban estocadas como aquel que las había echado, y fuía el cuerpo a una y otra parte. Y como el exército estaba desmayado, no tenían lugar de ver que no había que ver. Tornaba otras veces a llegarme a la cueva y acometella con gran ímpetu y a desviarme como antes. Y assí anduve un rato fingiendo pelea: todo por encarecer la cura. Después que esto hice algunas veces, algo desviado de la cueva, comienço a dar grandes voces porque el general y exército me oyessen, y a decir: «¡Oh mezquino hombre! ¿Piensas que te puedes defender del gran poder de nuestro gran rey y señor, y de su gran capitán, y de los de su pujante exército? ¿Piensas passar sin castigo de tu gran osadía y de las muchas muertes que por tu causa se han hecho en nuestros amigos y deudos? ¡Date, date a prisión al insigne y gran caudillo! Por ventura habrá de ti merced. ¡Rinde, rinde las armas que te han valido! Sal del lugar fuerte do estás, que poco te ha de aprovechar, y métete en poder del que ningún poder en el gran mar le iguala».

Yo que estaba, como digo, dando estas voces, todo para almohaçar los oídos al mandón, como hacerse suele por ser cosa de que ellos toman gusto, llega a mí un atún, el cual me venía a llamar de parte del general. Yo me vine para él, al cual y a todos los más del exército hallé finados de risa; y era tanto el estruendo y ronquidos que en el reír hacían, que no se oían unos a otros. Como yo llegué espantado de tan gran novedad, mandó el capitán general que todos callassen, y assí hubo algún silencio, aunque a los más les tornaba a arrebatar la risa, y al fin con mucha pena oí al general que me dixo: «Compañero, si otra forma no tenéis en entrar la fuerça a nuestro enemigo que la de hasta aquí, ni tú cumplirás tu promessa, ni yo soy cuerdo en estarte esperando; y más que solamente te he visto acometer la entrada, y no has osado entrar, mas de verte poner con eficacia en persuadir a nuestro adversario, lo que debe de hacer cualquiera. Y esto, al parecer mío y de todos estos, tenías bien escusado de hacer, y nos parece tiempo muy mal gastado y palabras muy dichas a la llana, porque ni lo que pides ni lo que has dicho en mil años lo podrás cumplir, y desto nos reímos; y es muy justa nuestra risa, ver que parece que estás con él platicando como si fuesse otro tú».

Y en esto tornaron a su gran reír; y yo caí en mi gran necedad, y dixe entre mí: «Si Dios no me tuviesse guardado para más bien, de ver estos necios lo poco y malo que yo sé usar de atún, caerían en que sí tengo el ser, no el natural». Con todo, quise remediar mi yerro, y dixe: «Cuando hombre, señor, tiene gana de efectuar lo que piensa, acaécele lo que a mí». Alça el capitán, y todos, otra mayor risa, y díxome: «Luego hombre eres tú». Estuve por responder: «Tú dixiste». Y cabía bien, mas hube miedo que en lugar de rasgar su vestidura, se rasgara mi cuerpo. Y con esto dexé las gracias para otro tiempo más conveniente.

Yo, viendo que a cada passo decía mi necedad, y pareciéndome que a pocos de aquellos xaques podría ser mate, comencéme a reír con ellos, y sabe Dios que regañaba con muy fino miedo que a aquella sazón tenía. Y díxele: «Gran capitán, no es tan grande mi miedo como algunos lo hacen, que como yo tenga contienda con hombre, vase la lengua a lo que piensa el coraçón; mas ya me parece que tardo en cumplir mi promesa y en darte vengança de nuestro contrario. Contando con tu licencia, quiero volver a dar fin a mi hecho.

«Tú la tienes», me dixo. Y luego, muy corrido y temeroso de tales acaecimientos, me volví a la peña pensando cómo me convenía estar más sobre el aviso en mis hablas. Y llegando a la cueva acaecióme un acaecimiento, y tornándome a retraer muy de presto, me junté del todo a la puerta y tomé en la boca la que otras veces en la mano tomaba, y estuve pensando qué haría: si entraría en la cueva o iría a dar las armas a quien las prometí. En fin, pensé si entrara, por ventura sería acusado de ladronicio, diciendo habella yo comido, pues no había de ser hallado, el cual era caso feo y digno de castigo. En fin, vuelvo al exército, el cual ya movía en mi socorro, porque me había visto cobrar la espada; y aun por mostrar yo más ánimo, cuando la cobré de sobre la pared que a la boca de la cueva estaba, esgremí torciendo el hocico, y a cada lado hice con ella casi como un revés.

Llegando al general, humillando la cabeça ante él, teniendo, como pude, el espada por la empuñadura en mi boca, le dixe: «Gran señor, veis aquí las armas de nuestro enemigo: de hoy no hay más que temer la entrada, pues no tiene con qué defenderla. Vos lo habéis hecho como valiente atún, y seréis gualardonado de tan gran servicio. Y, pues, con tanto esfuerço y osadía ganastes la espada, y me parece os sabréis aprovechar della mejor que otro, tenedla hasta que tengamos en poder este malvado».

Y luego llegaron infinitos atunes a la boca de la cueva, mas ninguno fue osado de entrar dentro, porque temían no le quedasse puñal. Yo me preferí a ser el primero de la escala, con tal que luego me siguiessen y diessen favor; y esto pedía porque hubiesse testigos de mi inocencia; mas tanto era el miedo que a Lázaro habían, que nadie quería seguirme, aunque el general prometía grandes dádivas al que comigo segundasse. Pues estando assí, díxome el gran capitán qué me parecía que hiciesse, pues ninguno me quería ser compañero en aquella peligrosa entrada. Y yo respondí que por su servicio me atrevería a entrarla solo si me assegurassen la puerta, que no temiessen de ser comigo. Él dixo que assí se haría, y que cuando los que allí estuviessen no osassen, que él me prometía seguirme. Entonces llegó el capitán Licio y dixo que entraría tras mí. Luego comienço a esgremir mi espada a un cabo y a otro de la cueva y a echar con ella muy fieras estocadas, y lánçome dentro diciendo a grandes voces: «¡Victoria, victoria! ¡Viva el gran mar y los grandes moradores dél, y mueran los que habitan la tierra!»

Con estas voces, aunque mal formadas, el capitán Licio, que ya dixe me siguió y entró luego tras mí, el cual aquel día estrañamente se señaló y cobró comigo mucho crédito en velle tan animoso y aventajado de los otros; y a mí parecióme que un testigo no suele dar fe, y no quitándome de la entrada, comienço a pedir socorro. Mas por demás era mi llamar, que maldito el que se osaba aun allegar. Y no es de tener a mucho, porque en mi conciencia lo mismo hiciera yo si pensara lo que ellos: para qué es si no decir la verdad. Mas entrábame como por mi casa, sabiendo que un caracol dentro no estaba. Comencé a animallos diciéndoles: «¡Oh poderosos, grandes y valerosos atunes!, ¿dó está vuestro esfuerço y osadía el día de hoy? ¿Qué cosa se os ofrecerá en que ganéis tanta honra? ¡Vergüença, vergüença! Mirad que vuestros enemigos os ternán en poco siendo sabidores de vuestra poca osadía».

Con estas y otras cosas que les dixe, aquel gran capitán, más con vergüença que gana, bien espaciosamente entró dando muy grandes voces: «¡Paz, paz!», en lo cual bien conocí que no las traía todas consigo, pues en tiempo de tanta guerra pregonaba paz. Desque fue entrado, mandó a los de fuera que entrassen, los cuales pienso yo que entraron con harto poco esfuerço; mas como no vieron al pobre Lázaro, ni defensa alguna, aunque hartos golpes de espada daba yo por aquellas peñas, quedaron confusos, y el general corrido de lo poco que acorrió al socorro mío y de Licio...


Anónimo

Magerit

Algo semejante al deseo rouseauniano de buscar la felicidad en el remoto pasado ha hecho suponer a los historiadores de la villa que cuando, hace mil años, corrían la tierra de Magerit los reyes de León, se encontraron con un vergel. — «Frondosos bosques, abundancia de agua e inmensidad de árboles», «clima templado y apacible...» — Siempre he creído que, si esto era verdad en los primeros testimonios históricos, se debió a una treta del astuto Madrid, maestro de picardías, en connivencia con la Sierra, traidora. De mano en mano ha ido pasando una cita del Libro de Montería de D. Alonso XI, que pone al buen rey por testigo. De otros textos podría hablarse mucho antes, por ejemplo, del Fuero Viejo de Madrid; pero yo he querido ver lo que dice, en efecto, ese libro, y no hay en él ni más ni menos que estas palabras de loa: "La Dehesa de Madrit es muy real monte de puerco en ivierno". En ellas y en la traza o estrategia de las vocerías y las armadas está todo lo que entonces hacía al caso. La Dehesa de Madrit era muy real monte de puerco — de jabalí — en invierno. La de la Dehesilla era «buen monte de puerco en tiempo de las uvas». Otros eran buenos montes de puerco «en tiempo de los panes» o «de las avenas»...

L. Bello

miércoles, 22 de abril de 2009

Il n'y avait jamais



Il n'y avait jamais à cette époque de grands dîners, parce que l'on dînait de bonne heure, à 2 heures et demie ou à 3 heures au plus tard. Les femmes étaient quelquefois coiffées, mais jamais habillées pour dîner. Les hommes au contraire l'étaient presque toujours et jamais en frac ni en uniforme, mais en habits habillés, brodés ou unis, selon leur âge ou leur goût. Ceux qui n'allaient pas dans le monde, le soir, ou le maître de la maison, étaient en frac et en négligé, car la nécessité de mettre son chapeau dérangeait le fragile édifice du toupet frisé et poudré à frimas. Après le dîner on causait; quelquefois on faisait une partie de trictrac. Les femmes allaient s'habiller, les hommes les attendaient pour aller au spectacle, s'ils devaient y assister dans la même loge. Restait-on chez soi, on avait des visites tout l'après-dîner et à 9 heures et demie seulement arrivaient les personnes qui venaient souper.

C'était là le véritable moment de la société. Il y avait deux sortes de soupers, ceux des personnes qui en donnaient tous les jours, ce qui permettait à un certain nombre de gens d'y venir quand ils voulaient, et les soupers priés, plus ou moins nombreux et brillants. Je parle du temps de mon enfance, c'est-à-dire de 1778 à 1789. Toutes les toilettes, toute l'élégance, tout ce que la belle et bonne société de Paris pouvait offrir de recherché et de séduisant se trouvaient à ces soupers. C'était une grande affaire, dans ce bon temps où l'on n'avait pas encore songé à la représentation nationale, que la liste d'un souper. Que d'intérêts à ménager! que de gens à réunir! que d'importuns à éloigner! Que n'aurait-on pas dit d'un mari qui se serait cru prié dans une maison parce que sa femme l'était! Quelle profonde connaissance des convenances ou des intrigues il fallait avoir! Je n'ai plus vu de ces beaux soupers, mais j'ai vu ma mère s'habiller pour aller chez la maréchale de Luxembourg, à l'hôtel de Choiseul, au Palais-Royal, chez M de Montesson.

A cette époque il y avait moins de bals qu'il n'y en a eu depuis. Le costume des femmes devait naturellement transformer la danse en une espèce de supplice. Des talons étroits, hauts de trois pouces, qui mettaient le pied dans la position où l'on est quand on se lève sur la pointe pour atteindre un livre à la plus haute planche d'une bibliothèque; un panier de baleine lourd et raide, s'étendant à droite et à gauche; une coiffure d'un pied de haut surmontée d'un bonnet nommé Pouf, sur lequel les plumes, les fleurs, les diamants étaient les uns sur les autres, une livre de poudre et de pommade que le moindre mouvement faisait tomber sur les épaules : un tel échafaudage rendait impossible de danser avec plaisir. Mais le souper où l'on se contentait de causer, quelquefois de faire de la musique, ne dérangeait pas cet édifice...

La Tour du Pin

domingo, 19 de abril de 2009

1789... au Théâtre des Grands Danseurs (Gaité)


1789.01.01 L' Enlèvement de Proserpine ou Arlequin bouffon des enfers (Braban)
1789.01.01 Le Souper des dupés (Robineau)
1789.01.01 Le Vieillard amoureux ou les quiproquos (Braban, Ribié)
1789.01.01 Les Visites du jour de l'an (Robineau)
1789.01.02 L' Extravagance amoureuse ou la boiteuse (Archambault)
1789.01.02 Le Héros anglais (Ribié)
1789.01.02 Le Vieillard amoureux ou les quiproquos (Braban, Ribié)
1789.01.02 Les Visites du jour de l'an (Robineau)
1789.01.03 Les Enfants du soleil ou les vestales du nouveau monde (Ribié)
1789.01.03 Le Vieillard amoureux ou les quiproquos (Braban, Ribié)
1789.01.03 Les Visites du jour de l'an (Robineau)
1789.01.04 La Belle capricieuse
1789.01.04 Les Enfants du soleil ou les vestales du nouveau monde (Ribié)
1789.01.04 Le Vieillard amoureux ou les quiproquos (Braban, Ribié)
1789.01.05 Les Enfants du soleil ou les vestales du nouveau monde (Ribié)
1789.01.05 Le Gâteau des rois (Braban, Plancher de Valcour)
1789.01.05 Pierrot, roi de Cocagne (Dubut)
1789.01.05 Les Visites du jour de l'an (Robineau)
1789.01.05 Le Voleur converti par la dame Secouralèle ou le paysan de Champigny
1789.01.06 Les Amours de Nanterre (Vacherot)
1789.01.06 Deux font la paire ou les bottes de foin (Parisau / Pariseau)
1789.01.06 Les Enfants du soleil ou les vestales du nouveau monde (Ribié)
1789.01.06 Pierrot, roi de Cocagne (Dubut)
1789.01.06 Le Voleur converti par la dame Secouralèle ou le paysan de Champigny
1789.01.07 Amours de Nicaise et de Silvandre
1789.01.07 Le Bon coeur récompensé (Archambault)
1789.01.07 L' Enlèvement du globe ou la jardinière anglaise
1789.01.07 Vénus pèlerine (inconnu, Robineau)
1789.01.07 Le Vieillard amoureux ou les quiproquos (Braban, Ribié)
1789.01.08 Le Déserteur (Müller / Miller, Gardel)
1789.01.08 La Fille généreuse ou le tapissier de Saint-Germain en Laye ou le bon oncle bourru (Maillé de la Malle)
1789.01.08 Le Héros anglais (Ribié)
1789.01.08 Le Pardon imprévu de nièce malheureuse (Crêton de Villeneuve)
1789.01.09 L' Amour et la fortune, ou Le Bal
1789.01.09 Polichinelle protégé par la fortune (Braban)
1789.01.09 Le Savant jardinier ou Lison eut peur (Rénout)
1789.01.09 Le Voleur converti par la dame Secouralèle ou le paysan de Champigny
1789.01.10 Les Amours de Nicodème ou le désespoir favorable
1789.01.10 Sophie de Brabant (Parisau / Pariseau)
1789.01.10 Le Souper des dupés (Robineau)
1789.01.11 Amours de Nicaise et de Silvandre
1789.01.11 La Belle capricieuse
1789.01.11 Les Enfants du soleil ou les vestales du nouveau monde (Ribié)
1789.01.11 Le Voleur converti par la dame Secouralèle ou le paysan de Champigny
1789.01.12 L' Amour et la fortune, ou Le Bal
1789.01.12 Les Enfants du soleil ou les vestales du nouveau monde (Ribié)
1789.01.12 Polichinelle protégé par la fortune (Braban)
1789.01.13 Contentement passe richesse (Robineau)
1789.01.13 L' Indifférence vaincue ou Aglaure
1789.01.13 Jeannette ou les battus ne payent pas l'amende (Robineau)
1789.01.13 Pierre Bagnolet et Claude Bagnolet, son fils (Deville)
1789.01.13 Vénus pèlerine (inconnu, Robineau)
1789.01.14 A bon chat bon rat ou le bailli dupé (Mérey)
1789.01.14 Les Amours de Nanterre (Vacherot)
1789.01.14 Les Rivaux congédiés ou le duel sans danger (Crêton de Villeneuve)
1789.01.14 Les Vingt-six métamorphoses de la fée bienfaisante
1789.01.15 Le Bon coeur récompensé (Archambault)
1789.01.15 Ce qui vient de la flûte s'en retourne au tambour ou Madame des Allures (Robineau)
1789.01.15 La Pêche aux huîtres de Bayeux (Braban)
1789.01.15 Le Port de mer
1789.01.15 Le Pouvoir de l'amour (Regnard de Pleinchesne)
1789.01.15 Le Vieillard amoureux ou les quiproquos (Braban, Ribié)
1789.01.16 L' Amour et la fortune, ou Le Bal
1789.01.16 Les Amours de M. Gargotin et de Mme Miroton
1789.01.16 L' Indifférence vaincue ou Aglaure
1789.01.16 Les Vendangeurs ou les deux baillis (Piis, Barré)
1789.01.16 Le Voleur converti par la dame Secouralèle ou le paysan de Champigny
1789.01.17 La Caverne enchantée ou rien n'est difficile en amour
1789.01.17 Les Dupes des girandolles
1789.01.17 Figaro grand vizir
1789.01.17 Le Vieillard amoureux ou les quiproquos (Braban, Ribié)
1789.01.18 Le Fameux siège ou la pucelle d'Orléans (Regnard de Pleinchesne)
1789.01.18 Pierre Bagnolet et Claude Bagnolet, son fils (Deville)
1789.01.18 Les Rivaux congédiés ou le duel sans danger (Crêton de Villeneuve)
1789.01.18 Le Vieillard amoureux ou les quiproquos (Braban, Ribié)
1789.01.19 Almanzor et Nadine (Fonpré de Fracansalle)
1789.01.19 Le Bon seigneur ou la vertu récompensée (Ribié)
1789.01.19 L' Entêté ou on ne connaît jamais son enfant (Crêton de Villeneuve)
1789.01.19 La Mère Nitouche (Robineau)
1789.01.19 Le Tombeau de Nostradamus
1789.01.20 L' Amant au tombeau
1789.01.20 L' Entêté ou on ne connaît jamais son enfant (Crêton de Villeneuve)
1789.01.20 L' Oiseau de Lubin ou il n'y a a pas de souris qui ne trouve son trou (Mayeur de Saint-Paul)
1789.01.20 Le Vieillard amoureux ou les quiproquos (Braban, Ribié)
1789.01.21 L' Amant au tombeau
1789.01.21 Les Amours de Madame Martin ou l' enrôlement de Pierrot
1789.01.21 L' Avantageux puni (Ribié)
1789.01.21 L' Entêté ou on ne connaît jamais son enfant (Crêton de Villeneuve)
1789.01.21 L' Oncle et le neveu amateurs de comédie (Ribié)
1789.01.22 Les Amours de Nanterre (Vacherot)
1789.01.22 Les Deux amis ou l' héroïsme de l'amitié (Parisau / Pariseau)
1789.01.22 L' Entêté ou on ne connaît jamais son enfant (Crêton de Villeneuve)
1789.01.22 Le Héros anglais (Ribié)
1789.01.22 Pourquoi pas? ou le roturier parvenu (Plancher de Valcour)
1789.01.23 L' Amant au tombeau
1789.01.23 L' Entêté ou on ne connaît jamais son enfant (Crêton de Villeneuve)
1789.01.23 L' Extravagance amoureuse ou la boiteuse (Archambault)
1789.01.23 Le Vieillard amoureux ou les quiproquos (Braban, Ribié)
1789.01.24 Amours de Nicaise et de Silvandre
1789.01.24 Le Bombardement de la ville des Arméniens (Ribié)

jueves, 9 de abril de 2009

L'évangile selon Ludolphe



"Dès que Jésus avec ses disciples eut débarqué, il rencontra deux possédés d'une fureur extrême qu'ils exerçaient sur eux-mêmes et sur les autre^ ; quoiqu'ils ne pussent faire plus que Dieu ne leur pesmettait, personne nosait passer par ce chemin-là (Matth. vm, 28). Tel est le but que les démons se proposent en nous attaquant, c'est de nous obstruer la route' de !a vie. Ils sortirent des sépulcres, où ils habitaient comme dans leur domicile. Les démons demeuraient dans les tombeaux, où les cadavres des Gentils étaient ensevelis, pour montrer qu'après le jugement ils auraient en leur pouvoir le corps de ceux dont ils avaient déjà les âmes. Quelquefois aussi, les démons font rester les possédés dans les tombeaux pour effrayer les vivants par les âmes de leurs morts, et aussi, parce que les démons se complaisent et se réjouissent dans les œuvres de mort qui sont les péchés. Lors même que ces possédés étaient garrottés et enchaînés, ils brisaient leurs liens et leurs fers par- la force diabolique qui les poussait dans le désert. A ces hommes ressemblent les mauvais religieux que les liens de l'obéissance et de leurs constitutions ne peuvent retenir dans leurs cloîtres ; car sortant de ces sépulcres où ils devraient être morts au monde, ils vont s'occuper d'affaires séculières ou inutiles ou mauvaises.

Les deux démoniaques, sentant la puissance divine, par un mouvement non pas d'humilité mais de crainte vive, se prosternèrent aux pieds de Jésus, et V adorèrent, en poussant des cris violents (Matth. vin, 29). Selon la remarque de saint Hilaire (Canon. 8 in Matth.), ce n'était pas une confession volontaire, mais un aveu arraché par la vertu de Celui dont ils redoutaient la présence. Ils disaient donc : Qu'y a-t-il entre vous et nous, Jésus, fils de Dieu? Comme s'ils disaient : Il n'y a rien de commun entre vous et nous ; vous êtes Dieu, nous sommes des démons ; vous êtes humble, nous sommes orgueilleux ; vous êtes venu pour sauver les hommes tandis que nous sommes venus pour les perdre. Aussi, l'Apôtre a dit (II Cor. vi, 15) : Quel accord peut-il y avoir entre Jésus-Christ et Déliai ou le démon? Aucun, assurément ; car tout ce que Jésus-Christ fait est bien et tout ce que fait le démon est mal. Satan avait dit précédemment sous forme dubitative : Si vous êtes le Fils de Dieu (Matth. iv, 3) ; instruit par les tourments qu'il endure, il dit maintenant d'une manière affirmative : Jésus, fils de Dieu : car le châtiment ouvre les yeux de ceux auxquels le péché les avait fermés. Toutefois, les démons ne connaissaient pas encore avec une certitude absolue que Jésus était Fils de Dieu ; mais ils le pensaient, d'après plusieurs conjectures qui ne leur laissaient pas une parfaite assurance. Par conséquent, comme le fait remarquer saint Augustin (de qusest. novi et veteris Testam.), si les démons s'écrient : Qu'y a -t-il entre vous et nous, Jésus Fils de Dieu ? il est probable qu'ils soup- çonnaient plutôt qu'ils ne connaissaient la divinité de Jésus- Christ ; car au témoignage de saint Paul, s'ils l'eussent connu, ils n'eussent jamais crucifié le Seigneur de la gloire (I Cor. n, 8). Ces deux démoniaques qui adorent et confessent le Seigneur par crainte, sont des figures de ceux qui servent Dieu par appréhension de l'enfer plutôt que par amour de la justice ; ils ont l'œil gauche tourné vers l'enfer ou vers leur avantage temporel plutôt que l'œil droit élevé vers le ciel et vers le bien immuable, et ils ne rendent point honneur à Dieu sans un motif d'intérêt.

Les démoniaques ajoutent : Vous êtes venu ici nous tourmenter avant le temps voulu (Matth. vin, 29;. Ils savaient qu'au jour du jugement ils doivent être condamnés et précipités dans l'abîme pour y être tourmentés ; mais ils se disaient déjà tourmentés, parce que, selon saint Jérôme (in cap. v Matth.), la présence du Sauveur fait le supplice des démons. D'après saint Chrysostôsie (Hom. 29 in Matth.), ils étaient flagellés et affligés d'une manière invisible et ils enduraient des douleurs atroces par la seule présence de Jésus-Christ. Ou bien encore, ils étaient tourmentés, parce qu'ils appréhendaient d'être chassés des corps, objets de leurs continuelles vexations ; car, d'après saint Jérôme (in en p. vin Matth.), c'est un grand supplice aux démons de ne pouvoir toujours faire souffrir les hommes qu'ils ne cessent point de haïr, et ils lâchent leurs victimes d'autant plus difficilement qu'ils les ont possédées plus longtemps. Que celui' donc qui a été blessé par le démon, se hâte de secouer son joug, parce que cet affranchissement est d'autant moins difficile que la sujétion est moins invétérée.

Et Jésus interrogea les démons sur leur nom ; ce n'est pas sans doute qu'il ne les connût point, mais il voulait par leur propre témoignage rendre leur multitude plus manifeste, afin que l'on crût mieux combien ils étaient nombreux dans ces deux hommes ; car, en faisant déclarer la grandeur du mal, il faisait par là même ressortir la puissance du Médecin. Ils lui répondirent : Légion est notre nom, parce que nous sommes plusieurs (Marc, v, 9). Or, on entend proprement par légion un nombre déterminé de soldats armés ; elle se compose de six mille six cent soixante-six hommes. Ainsi, les démons sont appelés Légion, parce qu'ils combattent en masse contre nous ; et que, s'ils ne peuvent nuire aux hommes dans leurs personnes, ils s'efforcent au moins de leur nuire dans leurs biens. Voilà pourquoi ils prièrent Jésus, s'il les chassait, de ne pas les expulser du pays, c'est-à-dire de la demeure des hommes, ou de ne pas les précipiter dans l'abîme, c'est-à-dire dans l'enfer (Luc. vni, 3.1); car l'enfer est le lieu destiné pour les démons. Cependant, il leur est permis de rester parmi les hommes jusqu'au jour du jugement, afin qu'en surmontant les tentations, les élus remportent sur eux une victoire plus glorieuse. Les démons supplièrent Jésus de les laisser passer dans des pourceaux, pour affliger les hommes au moins en quelque façon (Luc. vm, 32) ; car, toujours ils s'appliquent à leur inspirer de la tristesse, et se réjouissent de leur causer quelque perte. Mais, telle est la faiblesse des démons qu'ils ne peuvent rien sans la permission de Dieu. Si donc ils ne pouvaient nuire aux pourceaux sans permission, a plus forte raison aux hommes ciéés à l'image de Dieu. Nous devons par conséquent ne craindre que Dieu, et mépriser profondément ces êtres si dégradés qu'ils demandent à entrer clans des pourceaux"

Ludolphe le Chartreux

miércoles, 8 de abril de 2009

Sur le miroir du tétroscope




Le 22 juin suivant, dans l'après-midi, le conseil tenait séance lorsqu'ayant par hasard jeté les yeux sur le miroir tétroscopique, je poussai une exclamation qui fit accourir mes collègues.

Quelqu'un qui eût observé leurs visages, eût pris plaisir à suivre la gamme ascendante d'étonnement, de stupéfaction, d'effroi, que se mirent a exprimer leurs physionomies, au moyen de leurs muscles orbiculaires, masséters et zygomatiques, commandés par leurs nerfs faciaux et trifaciaux.

Un drame se jouait sur le miroir du tétroscope une tragédie en miniature dont les acteurs et les décors auraient tenu dans le creux de la main, mais qui, là-bas, à plusieurs kilomètres sous terre, était représentée en grandeur naturelle et en réalité.

Au fond du puits, au milieu des travaux suspendus et des outils. délaissés, on apercevait M. Hatchitt, attaché mais gesticulant néanmoins, menaçant, furieux; près de lui, un ours blanc couché et autour d'eux, la troupe des nègres dansant une bamboula cadencée par des hurlements. Si l'on n'en eût pas cru ses yeux, il eût fallu douter aussi de ses oreilles et des téléphones qui commençaient à déverser, par leurs entonnoirs, des cris, des jurons, des rires et toutes sortes de sonorités hétérogènes et cacophoniques dont la salle était assourdie.(
D. De Chousy

martes, 7 de abril de 2009

Suce ou pas suce




"Mais non, belle Nymphelotte,
Non, Nymphelotte bellotte.
Non, non, ne me baise point.
Car cette ardeur qui m'époint
S'embrazeroit davantage
Et redoubleroit sa rage;
Mais, d'un doux ravissement
Respirante doucement,
Viens-t'en me sucer mon asme
Tant que je n'aye plus d'ame.

Ha ! ne me la suce pas
Car n'ayant plus d'ame, hélas!
Que serois-je? qu'ombre vaine
Me proumenant par la plaine
Des rivages Stygieux,
Rivages mal gracieux,
Où la douce Cythérée
Des ombres n'est honorée,
Où les plaisirs de Vénus
Sont cachez et incognus.

Mais si ; suce moi mon asme,
Tant que je n'aye plus d'ame,
Et que je m'en aille aux champs
Des rivages blémissans.
Avec le mignard Catulle,
Avec le mignard Tibulle,
Me proumenant quant et eux
Sous les myrthes amoureux.

Et lors, belle Nymphelotte,
Et lors ma Nymphe bellotte,
A mon tour je sucerai,
A mon tour j'effleurerai.
Tous tes esprits et ton asme;
Tant que tu n'aye plus d'ame"

Jean Bonnefons

jueves, 2 de abril de 2009

Comme une tribade ou subigutrice



"J'ay esté fort émeu de fervent désir d'une telle recherche, lors que l'object d'une fille nous a esté représenté : laquelle ayant esté baptisée, nommée, entretenue, élevée et toujours vestue comme les autres filles de sa sorte, jusques à l'aage de vingt ans, a esté finallement reconnue homme : et comme tel a plusieurs et diverses fois eu habitation charnelle avec une femme, qu'il avoit fiancée par paroles de présent, avec promesse de mariage futur.

Non qu'on peust appercevoir en ce subject les marques et particules destinées aux deux sexes, tels qu'on recognoist ordinairement aux Hermaphrodits : tant en ceux qui sont entiers et parfaîcts, qu'en ceux auxquels on peut noter quelque marque d'imperfection» comme il avient le plus souvent : ou bien que la nature féminine fust totalement oblitérée, pour céder à la masculine, si qu'il n'en restast vestige quelconque, comme il se voit pratiqué aux gunanères ou fiUcs-hommes.
Mais par une merveilleuse dextérité de ce grand ouvrier, le membre viril obtenoit telle situation, qu'il se pouvoit monstrer et sortir actuellement, pour l'exercice et action qui en est requise, tant à rendre l'urine que semence génitale :
souvent aussi s'absconcer et cacher, en rétrocédant à l'intérieur.

Ce qui me ravit tellement en contemplation, qu'estant appelé à la Visitation avec plusieurs autres Docteurs en Médecine, Chirurgiens et obstétrices, pour recognoistre un tel faict et en rendre raison compétente, dès-lors, je fis curieuse
recherche de plusieurs belles histoires et graves authoritez, avec ample discution des diverses causes et raisons qui pouvoyent concurrer à l'entière cognoissance d'un si rare object.
Lesquelles je sceus tant bien disposer et naïvement représenter, que coopérant l'ayde du Tout Puissant, qui me daigna dessiller les yeux et lever le bandeau d'ignorance en cette part, je rendis ce qui en estoit, tant cler et manifeste, par
l'exposé que j'en fis à la Cour (sur ce que nous fusmes faits entrer à la chambre, pour rendre et dire les raisons de la diversité de nos rapports, qui estoient diamétralement contraires), que ce pauvre gunantlirope, qui avoit encouru con-
demnation de faire amende honorable, tout nu, la torche au poin, en divers endroits de la ville de Monstiervillier, puis d'estre conduit au lieu patibulaire, pour là estre pendu, estranglé et finalement son corps réduit en cendres : il obtint
ce nonobstant tel effect en cause, que la sentence portant condamnation d'une mort tant ignominieuse, cassée et adnullée, les prisons luy furent ouvertes, avec Hcence de se retirer à son pays : nonobstant la mauvaise conséquence qu'on eust peu retirer des raports contraires de quinze à seize tant Médecins, Chirurgiens, qu'obstétrices, qui tous uniformément raportoient qu'il n'y avoit en luy rien que de fille, dont on
eust peu inférer, que soubs prétexte de mariage, il avoit abusé ceste fenune avec le cleitoris, comme une tribade ou subigutrice. "

J. Duval